La Voz 3
Si nací en un tiempo equivocado.
Si todo lo que elegí estuvo mal.
Si nada del pasado puede cambiarse.
Si sufrí mucho luego de Vos.
¿Daña el amor?
No me arrepiento absolutamente de nada.
Todos los errores, los tiempos equivocados, todo confluye en el destino, y si quizá hubiese elegido algo mejor para mi vida, no te habría conocido jamás.
Es común decir que de nada debe arrepentirse uno, pero hasta el error más grosero de todos no querría corregirlo, porque de haberlo hecho, Vos no hubieses aparecido en mi vida.
¡Viva los errores!
Y tampoco me podría arrepentir del sufrimiento luego de conocerte.
Nada cambiaría por ese sufrimiento.
Quizá el error fue no haberte llorado más...
¿Aparecerás ante mí la última noche o, como todas, será una noche sin Sol?
Pero debo olvidarte.
Me ayudo de canciones tristes.
Con cada letra que escribo intento sacar de a poco tu Amor de mí.
Voy a escribir hasta sentirme diferente en algún momento.
Quizá quede extrañado, pero la razón de mi existencia debería cambiar...
No sé cómo, pero lo voy a hacer.
Quizá me sienta aliviado, más libre.
O quizá me engañe y sólo piense que te olvidé, pero no...
A algunas letras las escribo con más fuerza para intentar lograrlo más rápido y quedan bien marcadas en la hoja, pero algunas las escribo más tenues...
Antes de involucrarme en esta odisea del olvido buscaba la eternidad a cada instante...
Con mi mirada te salía a buscar por todos lados.
Pensaba que tu amor estaba perdido para mí, pero que no tenía esa misma condición para otros individuos de la ciudad.
Vos estabas acá, y la posibilidad de volverte a ver no era una utopía.
Vos tenías que estar en algún lado.
Entre miles de personas, vos eras Una.
Y ese número puede parecer menor, pero es enorme.
La ciudad te poseía entre sus manos, y vos brillabas en sus calles.
¿Quién había de ser el afortunado que te contemplaba mientras yo te buscaba?
Vos te habías ido para mí, aunque estuvieras.
Fue como una obsesión.
Buscarte como aquel detective que busca la pista que lo hará descubrir al asesino.
En una ocasión, una espalda me engañó (¡cómo engañan las espaldas!).
A unos cuántos metros de distancia, en un auditorio en el que tranquilamente podías estar, una espalda, unos pelos negros, una estatura mediana, me engañaron.
Pensé que era ese instante de eternidad que tanto buscaba.
Quizá fueron mis ojos, que tan obsesionados estaban que te confundieron.
¡Pido disculpas ante un error tan grosero!
¡No reconocer mi Amor, la Divina presencia!
Fue una nube en mi conciencia.
Igual no sabía qué hacer si eras vos.
Decidí tomar distancia.
La charla fue pasando y no sé muy bien de qué se trató.
Yo seguía obnubilado, confundiéndome como un tonto la Divinidad con una simple mujer.
Intenté buscar gestos, esperar que esa mujer se diera vuelta, encontrar rasgos perfectos.
Con la voz (esa que suena aún en mis oídos) sabía que no podría, la distancia y los altavoces no me lo permitían.
El tiempo pasó y esa mujer se dio vuelta...
Mejor dejarlo ahí.
Pido perdón, pero no deseo arrepentirme por haberte confundido.
Sentí una vez más, como en esos tiempos en los que te veía, cómo es Amar (algo así como que se te estremece el corazón).
Si nací en un tiempo equivocado.
Si todo lo que elegí estuvo mal.
Si nada del pasado puede cambiarse.
Si sufrí mucho luego de Vos.
¿Daña el amor?
No me arrepiento absolutamente de nada.
Todos los errores, los tiempos equivocados, todo confluye en el destino, y si quizá hubiese elegido algo mejor para mi vida, no te habría conocido jamás.
Es común decir que de nada debe arrepentirse uno, pero hasta el error más grosero de todos no querría corregirlo, porque de haberlo hecho, Vos no hubieses aparecido en mi vida.
¡Viva los errores!
Y tampoco me podría arrepentir del sufrimiento luego de conocerte.
Nada cambiaría por ese sufrimiento.
Quizá el error fue no haberte llorado más...
¿Aparecerás ante mí la última noche o, como todas, será una noche sin Sol?
Pero debo olvidarte.
Me ayudo de canciones tristes.
Con cada letra que escribo intento sacar de a poco tu Amor de mí.
Voy a escribir hasta sentirme diferente en algún momento.
Quizá quede extrañado, pero la razón de mi existencia debería cambiar...
No sé cómo, pero lo voy a hacer.
Quizá me sienta aliviado, más libre.
O quizá me engañe y sólo piense que te olvidé, pero no...
A algunas letras las escribo con más fuerza para intentar lograrlo más rápido y quedan bien marcadas en la hoja, pero algunas las escribo más tenues...
Antes de involucrarme en esta odisea del olvido buscaba la eternidad a cada instante...
Con mi mirada te salía a buscar por todos lados.
Pensaba que tu amor estaba perdido para mí, pero que no tenía esa misma condición para otros individuos de la ciudad.
Vos estabas acá, y la posibilidad de volverte a ver no era una utopía.
Vos tenías que estar en algún lado.
Entre miles de personas, vos eras Una.
Y ese número puede parecer menor, pero es enorme.
La ciudad te poseía entre sus manos, y vos brillabas en sus calles.
¿Quién había de ser el afortunado que te contemplaba mientras yo te buscaba?
Vos te habías ido para mí, aunque estuvieras.
Fue como una obsesión.
Buscarte como aquel detective que busca la pista que lo hará descubrir al asesino.
En una ocasión, una espalda me engañó (¡cómo engañan las espaldas!).
A unos cuántos metros de distancia, en un auditorio en el que tranquilamente podías estar, una espalda, unos pelos negros, una estatura mediana, me engañaron.
Pensé que era ese instante de eternidad que tanto buscaba.
Quizá fueron mis ojos, que tan obsesionados estaban que te confundieron.
¡Pido disculpas ante un error tan grosero!
¡No reconocer mi Amor, la Divina presencia!
Fue una nube en mi conciencia.
Igual no sabía qué hacer si eras vos.
Decidí tomar distancia.
La charla fue pasando y no sé muy bien de qué se trató.
Yo seguía obnubilado, confundiéndome como un tonto la Divinidad con una simple mujer.
Intenté buscar gestos, esperar que esa mujer se diera vuelta, encontrar rasgos perfectos.
Con la voz (esa que suena aún en mis oídos) sabía que no podría, la distancia y los altavoces no me lo permitían.
El tiempo pasó y esa mujer se dio vuelta...
Mejor dejarlo ahí.
Pido perdón, pero no deseo arrepentirme por haberte confundido.
Sentí una vez más, como en esos tiempos en los que te veía, cómo es Amar (algo así como que se te estremece el corazón).
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